Por la mañana, estuve en el LRC. Tranquilo.
Después de almuerzo, Rodrigo y yo tomamos nuestras mochilitas y nos fuimos a la estación de tren de Santa Apolonia. Dos horas y media después, el tren nos depositó en la estación de San Bento, de Oporto. Desde que íbamos llegando, nos impresionó la vista: pequeñas casas de techos de teja prendidas de dos montañas partidas por el río Douro, cúpulas de iglesias aquí y allá, puentes y miles de hormiguitas humanas porai. Rodrigo ya había planeado el recorrido para llegar al hotel: primero, visitar la catedral (siglo XII), bajar gradas y más gradas hasta el río, y buscar la Praca da Ribeira. No había mucho pierde, llegamos con hambre, nos registramos en el hotel y cenamos delicioso en Don Tonhos. El mesero medio hablaba español, y se moría de la risa por el vino que pedimos: María Mansa, del Douro: tranquila, María, tranquila! Dormimos muy bien en unas camas bien firmes...